Los aguacates necesitan mucha agua y un poco de brujería

Tengo la sensación de que de pequeño, en Madrid, al menos el cuarenta por ciento de la familia tenía un aguacate en casa. No una fruta en la encimera esperando a que pase de estar dura como una piedra a estar excelente durante veinte minutos antes de estar pasada que ni para guacamole, me refiero a la planta en sí misma. En mi memoria siempre había un aguacate con el que tener cuidado mientras jugábamos, o que había que mover para hacer sitio o para que le diese el sol o para que le diese menos sol. No recuerdo comer mucho aguacate antes de los quince años (salvo quizá guacamole de vez en cuando), pero eso, arbolitos por todas partes.

Ahora es un poco al revés. Comemos aguacate todas las semanas, y a veces varias veces en el mismo día porque hemos comprado una red de aguacates del Costco y se ponen todos maduros a la vez y no los vas a tirar. En cambio plantas de aguacate no he visto por aquí en casa de nadie. Casi seguro que por culpa del invierno, claro: o porque el frío se lo pone muy difícil a la planta para sobrevivir; o simplemente porque el cerebro cortocircuita con la idea de tener una planta de aguacates mientras ves nevar, que además aquí todo el mundo tiene la cancioncilla «avocados from Mexicoooo» en la cabeza gracias a los anuncios.

O sí, puede que mis memorias de la infancia llena de plantas de aguacate en casa sean una mentira como un piano y aquí estoy dándome de bruces con la realidad. El caso es que se me puso en la cabeza recrear esa infancia para el cachito-carne.

Si buscas en internet cómo germinar y sacar una planta del hueso de un aguacate, lo que te encuentras por todas partes es: lávalo y ponlo sujeto con tres palillos en un vaso de agua de forma que medio hueso quede sumergido y el otro medio seco. Y según internet esto es más o menos infalible y funciona en los miles de resultados que te devuelve Google Duckduckgo y hasta ChatGPT. Pero aquí estoy yo con más de diez años de experiencia y cientos de huesos de aguacate sin germinar para deciros que no, que eso en Toronto no funciona. Una fuente de frustración constante, sobre todo para la cacho-wife porque son diez años viviendo con huesos de aguacate básicamente pudriéndose en un tarrito de agua ponzoñosa en el poyete de la ventana.

Viendo que la solución no iba a ser dejar de intentarlo, el año pasado la cacho-wife puso a trabajar sus habilidades superiores para la búsqueda en internet para cambiarnos la vida. Y resulta que esto debe pasarle a muchas más familias, porque encontró un jarrón diseñado específicamente para conseguir el milagro.

Calcetín mirando un hueso de aguacate en un jarrón especial.
El milagroso jarrón para aguacates.

El jarrón es precioso y claramente hay algo de brujería en todo esto, pero también venía con unas instrucciones que como claramente han funcionado las voy a dejar escritas aquí (con mis notas) para cambiaros la vida y para cuando se me pierda el folleto:

  1. Cómete el aguacate que están muy caros como para desperdiciarlos y son muy buenos para el cuerpo. Con aceite de oliva virgen extra y un poco de sal lo llamas ensalada y quedas estupendamente. No te comas al hueso que lo necesitas luego y además no está rico.
  2. Lava el hueso (para no seguir pringándote de aguacate) y pélalo. Toda esa pielecilla marrón se quita fácil cuando el hueso está todavía «fresco».
  3. Envuelve el hueso en un trozo de papel de cocina empapado en agua, y ponlo en una bolsa de plástico de congelar (las «ziploc»).
  4. Pon la bolsa en el poyete de la ventana para que le de sol.
  5. Siéntate a esperar: la receta decía que cuatro a seis semanas… yo os recomiendo dejarlo ahí hasta que veáis que pase algo. Mi hueso tardó fácil más de dos meses en darse cuenta de que estábamos esperando a que echase una raíz, para desesperación de la cacho-wife porque parecía que esto tampoco iba a funcionar.
  6. De vez en cuando pon más agua en la bolsa para que haya siempre humedad.
  7. Cuando veas asomar raíces, pon el hueso en el jarrón de brujería, con las raíces en el agua.
  8. Pon la vasija otra vez al solete de la ventana.
  9. Y siéntate a esperar otra vez hasta que veas salir la planta y se llene la casa de alegría.

Como véis una parte importante del proceso es la paciencia y el que te de un poco igual todo, que son dos habilidades que yo ya tenía entrenadas de los últimos diez años sin conseguir sacar nada de los aguacates. Mientras esperaba seguía echando huesos a la bolsita de plástico, hasta que la cacho-wife lo encontró y me preguntó que si ya estaba bien de coleccionar testículos en la ventana, pero ojo un mes después me faltaban jarroncitos para aprovechar todas las raíces que habían salido.

Planta de aguacate
Habemus aguacate.

Ahora por fin tenemos una planta de aguacate en casa, que se ha pasado el verano echando hojas cada vez más grades y lustrosas. Todavía está en el jarrón porque no tengo del todo claro cuándo es el mejor momento para pasarla a una maceta con tierra, pero también porque ahora que está funcionando me da cosa sacarla del jarrón mágico y que se vaya todo a la porra. En cualquier caso, después de tantos años, esto es una pedazo de victoria familiar y un subidón del autoestima.


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