Hace no mucho escribía sobre nuestra visita a la región del vino de Sudáfrica, y de lo bien que lo pasamos por allí visitando bodegas y comiendo de lujo. Lo que no dije es que, en los dos años que estuvimos viviendo en España con la cacho-novia, no fuimos ni un mísero fin de semana a La Rioja. Sí, lo sé, para darnos de collejas… pero tranquilos que este verano lo hemos arreglado.
Como en septiembre teníamos una boda en San Sebastián a la que también venían dos de nuestros mejores amigos canadienses, decidimos convertir el viajecillo en dos semanas de inmersión cultural para enseñarles España como nunca se la han imaginado. Así que puestos a fardar de España, y teniendo la visita pendiente, decidimos pasar unos días en Logroño para poder disfrutar de la calle Laurel y los vinos de La Rioja a conciencia.
Ojo, no os penséis que todo fue beber y comer, que un día alquilamos unas bicis y nos dimos una buena vuelta por los viñedos. Como fuimos en septiemre justo antes de la vendimia estaba aquello que daba gusto verlo, y además tuvimos mucha suerte con el único sitio de alquiler de bicicletas que encontramos abierto un domingo para ir sin reserva, que las bicis estaban geniales y nos dieron unas rutas muy majas (por si os interesa: http://www.nava-rent.es/).
Pero vamos, que sí, que el objetivo principal de parar en La Rioja era visitar bodegas. Enoturismo, que lo llaman. Y puestos a elegir fuimos directamente a Muga y Marqués de Riscal, que además de ser apuestas seguras son dos de nuestros vinos favoritos y (dato importante) de los pocos vinos españoles que podemos comprar en Toronto.
Visitamos las dos bodegas en el mismo día, por la mañana Muga y por la tarde, después de un señor menú del día en Haro, fuimos a Marqués de Riscal. Y la verdad es que el plan no pudo salir mejor, porque las dos bodegas cuidan el vino y los detalles al máximo pero de una forma completamente distinta.
En Bodegas Muga todo es tradicional, prácticamente no utilizan maquinaria moderna y tratan de controlar todo el proceso. No ya los viñedos y la vendimia, o el fabricar sus propias barricas, sino hasta ir por el mundo a escoger los bosques de robles de los que sacar madera para fabricar las barricas. Curiosamente esto les permite jugar mucho con las propias barricas y cómo cambia el vino si usas una nueva o una vieja (el vino es más afrutado si usas barricas nuevas, porque coge más sabor de la madera), o según cuánto tiempo tengas al fuego el interior de la barrica (sabor más o menos ahumado).
Como se ve que saben del tema les pregunté por la diferencia entre el roble americano y francés, y me dijeron que la única diferencia es que el francés es más caro simplemente porque es más difícil cortarlo sin astillarlo, pero que en cuanto al sabor del vino aporta distintos aromas pero no es mejor ni peor… aunque usan el roble francés para los grandes reservas, ojo.
Por su parte Marqués de Riscal parece mucho más científica, aunque en el fondo siguen haciendo el vino a la manera tradicional. Imagino que tendrá algo que ver que hacen alrededor de nueve millones de botellas al año, frente a los tres millones que hace Muga. La diferencia es que usan máquinas modernas y tecnología aquí y allá para hacer todo más eficiente y tener más control sobre algunas cosas. Por ejemplo, en Marqués de Riscal usan bombas automáticas para pasar el vino de una barrica a otra, y durante la fermentación usan barricas y herramientas de acero inoxidable en vez de de madera para que el sabor del vino sea única y exclusivamente uva (obviamente luego el vino pasa su tiempo correspondiente en barricas de roble).
Como a estos les ví más puestos en tecnología e innovación les pregunté por los corchos tradicionales, los corchos de laboratorio y los tapones de rosca. Y por supuesto el natural es el mejor, pero resulta que para vinos blancos y jóvenes que no van a envejecer en botella lo más práctico, económico, ecológico y eficiente es el tapón de rosca… pero que en España eso no gusta.
Pero lo que de verdad hace Marqués de Riscal diferente, y famosa en el mundo entero, es la Ciudad del Vino y el hotel de cinco estrellas diseñado por Frank Gehry, que además de ser canadiense es el señor que diseñó el Gugenheim y otros idificios de igual fama mundial. El edificio por dentro no sé cómo será (el restaurante tiene Estrella Michelín), pero por fuera es impresionante con sus capas de distintos colores representando la botella de Marqués de Riscal (rojo para el vino, plata para el capuchón y oro para la malla).
Además, cuenta la leyenda que Frank no veía muy claro eso de hacer uno de sus super edificios en un pueblico enano de La Rioja Alavesa como es Elciego, hasta que le abrieron una botella cosecha especial de 1929 (año en que nació Frank) y entonces lo vió mucho más claro. Que me guarden una de 1985 por si un día tienen que convencerme de algo.
Eso me lleva a otra cosa importante. Tanto Muga como Marqués de Riscal guardan unas cuantas botellas de cada año. En Muga, que lo hacen desde hace los años cincuenta más o menos, nos contaron que es para grandes ocasiones y para ver cómo evoluciona el vino y hacer pruebas. En Marqués de Riscal nos dijeron que es la colección privada de la familia y que abren las botellas cuando ellos quieren (en ocasiones especiales, como para tentar a Frank), y lo increíble es que tienen botellas desde que se inauguró la bodega. No quiero ni pensar el valor de esa bodega especial que llaman «La Catedral» y tratan, con razón, como el gran tesoro. Dos curiosidades: para que el vino aguante tantísimo tiempo hay que hacerlo de una manera distinta, teniéndolo más tiempo en las barricas antes de pasarlo a las botellas; y cuando abren esas botellas tan viejas no lo pueden hacer con un sacacorchos porque el corcho está muy delicado, así que aplican tenazas al rojo para cortar el cuello de la botella sin que caigan cristales.
Así que las dos visitas merecen mucho la pena, están tiradas de precio (diez euretes por persona, y los dos incluyen la cata de dos vinos) y deberían ser visita obligatoria con el colegio para que los españoles vayamos por el mundo bien orgullosos de nuestro vino y puediendo explicar por qué es tan bueno. Yo desde luego me ofrezco para promocionarlo desde Toronto a lo largo y ancho de Canadá, por si alguna bodega se está leyendo este artículo (guiño-guiño, pero que va en serio y aquí tenéis mi perfil en LinkedIn).
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