Ya os expliqué una vez qué significan para mi cacho-carne los calcetines: independencia, autodeterminación, libertad de expresión y una forma subrepticia de rebelarse contra el sistema cada día. En Canadá se vuelven todavía más importantes, porque la costumbre al entrar en casa de alguien es dejar los zapatos en la puerta y quedarse sólo con los calcetines. Así que os podéis imaginar el bajón que me dió al ver que en dos fines de semana seguidos mi cacho-carne llevaba puestos unos de los calcetines más sosos de todo el grupo. De haber tenido manos le habría dado mil collejas.
Y es que la incorporación al mercado laboral y una penosa gestión del proceso de renovación de calcetines nos ha llevado a una situación de crisis. En su momento nos hacía falta tener calcetines más serios para cuando uno va a entrevistar al primer ministro de Georgia y cosas por el estilo, pero poco a poco los calcetines agradables se han ido rompiendo de tanto usarlos y la seriedad se ha adueñado del cajón. Uno no se da cuenta de lo bajo que ha caído hasta que se ve a sí mismo pensando que un calcetín azul marino con tres pequeños cuadraditos naranjas en el tobillo es adecuado para ir de fiesta a casa de unos amigos. Pero he visto la luz, y de qué manera:
Después del bochorno público decidí poner fin a la situación y me puse a buscar calcetines simpáticos para mi cacho-carne. Es más difícil de lo que parece, teniendo en cuenta que es heterosexual y mayor de catorce años, pero ahí es cuando entran en juego la globalización e Internet con toda su maquinaria. Gracias a Ebay y a una tienda de Estados Unidos que vende calcetines que en la etiqueta ponen «made in Korea», en menos de dos semanas llegaron a casa los calcetines que véis en la foto con sus colores vivos, sus monstruitos y sus referencias a videojuegos ochenteros. Seguramente los calcetines más agresivos que ha tenido nunca mi cacho-carne, pero el momento requería medidas drásticas.
Y todo hay que decirlo: los días que mi cacho-carne se ha puesto estos calcetines nos ha salido todo de maravilla. Me huele a que el karma también lleva caletines salaos…
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