Muchos de vosotros me vais a odiar a lo largo de este post. Es lo que tiene la envidia… pero recordad que cuando os apretáis un bocata de jamón, os ponen una tapa delante o pagáis dos eurillos por una cerveza en una terracita al sol el que os envidia soy yo. Y a los trabajadores os envidio aún más porque tenéis esos dos eurillos, aunque viendo las estadísticas del Gobierno y las de mi blog debéis de ser cuatro gatos (y los cuatro leéis este blog desde el trabajo, seguro).

El caso es que desde que empecé a tratar con guiris me he dado cuenta de que saben muy poco de España, y una de las cosas más sorprendentes es la cantidad de guiris que piensa que de verdad lo normal en España es que después de comer te puedas echar una siestecilla (se ve que no han oído hablar a la CEOE). Así que he decidido dedicar un poco de tiempo al estudio de esta solemne tradición, aprovechando que como bien parásito social dispongo de tiempo para la parte práctica del estudio.

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«La siesta del calcetín», obra cumbre del calcetinismo español (s. xxi)

Para empezar, y esto lo he tenido que hacer despierto, he descubierto que aunque la siesta está mundialmente reconocida como un invento español (culpable en parte de la fama de vaguetes que tenemos) en realidad también es costumbre fuera de nuestras fronteras, y el artículo en francés de la Wikipedia asegura incluso que el derecho a la siesta está recogido en el artículo 49 la Consitutición China de 1948, cosa que no se nos había ocurrido ni a los españoles (si es que tenemos que hacer un repaso de la Constitución ya mismo). En cualquier caso el origen del término viene del latín «hora sexta» (que vienen a ser las dos de la tarde, ajustando a nuestro sistema), y que yo sepa los chinos latín no han hablado nunca.

También he profundizado en las ventajas de echarse la siesta, y aunque ya sabía que está demostrado que una siesta aumenta la productividad (que se lo digan a Churchill, que durante la Segunda Guerra Mundial se podía quedar despierto y a tope hasta la madrugada gracias a haberse echado una power-nap mientras sus generales se desmoronaban de sueño) lo que no sabía es que la ciencia ha demostrado que existe una necesidad biológica para echarse la siesta:

Es una consecuencia natural del descenso de la sangre después de la comida desde el sistema nervioso al sistema digestivo, lo que provocaba una consiguiente somnolencia.
Wikipedia

Es lo que se denomina «depresión post-pandrial», que la Wikipedia en inglés describe como una hipoglucemia leve que ocurre después de una ingesta de comida importante. Pero vamos, que es algo que ya sabíamos todos: después de ponerte hasta las trancas en casa de la abuela lo que apetece es echarse un ratillo, ¿o no? Además hay quien dice que la siesta es buena para la digestión, y en cualquier caso todos los que hemos vivido la experiencia sabemos que en España y los países del trópico (donde la siesta es más popular) a esa hora el calor te amodorra igualmente.

Una vez vista la teoría vamos con la parte práctica, para la que he tenido que pasarme varias semanas catando los distintos tipos de siesta para poder catalogarlos convenientemente.

  • La siesta de primera hora: es lo que los guiris han bautizado como «snooze» y lo que mi madre llamaba «hacer un tigre» cuando éramos pequeños, aunque personalmente creo que es la naturaleza humana quejándose del madrugón. Consiste en volver a quedarse dormido otros cinco minutillos después del susto inicial. Mucha gente no lo considera una siesta en sí misma, pero que se escriban su propio blog.
  • La siesta del burro: una siesta que reconozco que practico poco. Es la siesta de antes de comer, y por tanto tiene que ser una siesta corta y poco profunda, no te vayas a saltar la comida. También se llama siesta del carnero, y hay quien sugiere que lo de «siesta del burro» es porque se hace de pie.
  • La siesta: sin adjetivos, porque es la de toda la vida. La siesta perfecta se hace en el sofá o la hamaca, con una mantita en caso de que haga algo de fresco, y no dura más de 25 minutos (más larga te puede estropear los bio-ritmos e impedirte dormir por la noche, aparte de que te despiertas atocinadísimo). TVE ha hecho todo lo posible por ayudarnos a convervar esta saludable costumbre programando documentales y ciclismo en la tele, los catalizadores perfectos. Salvador Dalí se sacó de su genio una forma perfecta de medir el tiempo de sus siestas: se echaba a dormir con una cucharilla en la mano y cuando se le caía porque se estaba quedando frito del todo era el momento de despertarse (ojo, con este sistema Dalí buscaba potenciar su creatividad, a mí me parece que así sale una siesta muy corta).
  • La cabezada: mucha gente utiliza este término como sinónimo de la siesta verdadera, pero en mi pedante opinión ese uso no es correcto aunque la RAE lo señale como última acepción. La cabezada o cabezadita es la forma más ligera de echarse la siesta, normalmente muy breve y espontánea e incluso involuntaria. Está relacionada con el aburrimiento y también con los medios de transporte (en el coche, en el tren, en el avión… ¿quién no se ha echado una cabezadita mecido por el «run-run» de un motor y el ligero balanceo?). Se denomina cabezada porque, al no estar adecuadamente tumbado cuando te entra el soporcillo, el cuello no puede seguir sosteniendo la cabeza en vertical y ésta cae y se balancea. A diferencia de las demás siestas, la cabezada no tiene un horario predefinido, lo que la hace una favorita internacional.
  • La siesta larga: hay veces que resulta imposible despertarse de la siesta después de unos míseros 25 minutillos, y hay otras veces que realmente estás molido (normalmente por pasarte la noche de fiesta) y necesitas dormir más. La siesta larga puede durar dos o tres horas fácilmente, y por eso mismo es raro que se haga en el sofá (porque es más incómodo que la cama y porque antes o después alguien quiere sentarse y viene a dar por saco). Lo malo es que te despiertas que no sabes ni dónde estás y tardas un buen rato en volver a ser persona.
  • La siesta de pijama y orinal: descrita así por todo un premio nobel (Camilo José Cela), esta es la siesta larga con premeditación y alevosía, cuando sabías desde el principio que se te iba a ir de las manos y lo estabas deseando con locura. Al parecer, Cela también bautizó la siesta como «yoga ibérico», que ganas me dan de pedirle a Lululemon una línea de ropa específica.
  • Y me atrevería a decir que existe un último tipo de siesta, que podríamos bautizar como la siesta del burro vespertino y describir como la siesta que se echa antes de cenar. Es extremadamente peligrosa, porque al abrir los ojos te puedes encontrar con que lo que toca no es cenar sino ya desayunar, y sólo he visto a una persona llevarla a cabo de forma habitual con la pericia que requiere para no romperte los horarios y saltarte comidas.

Así que ya lo sabéis. La siesta no sólo es una delicia, sino una tradición de la que estar plenamente orgullosos y una necesidad biológica a la que no debemos enfrentarnos. Si genios como Cela, Dalí, Einstein y seguro que muchos más que no están documentados han sabido valorar las virtudes de la siesta es cuestión de tiempo que consigamos hacérselo entender a todos nuestros jefes (así, en colectivo). Porque al fin y al cabo ellos van a ser los primeros beneficiados no ya por el aumento de la productividad, sino porque ya no van a tener que esconderse para echarse sus cabezaditas mientras los curritos nos partimos la espalda.


Comentarios

3 respuestas a «La siesta»

  1. La culpa es de Facebook: le dices a la gente que suba una foto tocándose la oreja con el pie y lo hacen a toda leche para ver cuántos «Me gusta» se llevan, pero comentar un artículo interesante en un blog ya es otro tema…

  2. Avatar de Pah-put-xee

    No te preocupes por la falta de comentarios…¡están todos dormidos!

  3. Avatar de PAH-PUT-XEE

    Lo siento, me has pillado amodorrado y no se me ocurre ningún comentario.

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