Hace unos meses nuestros servicios de inteligencia detectaron unos ruidos extraños procedentes de la cocina, que a falta de informes más concluyentes atribuímos inocentemente a los electrodomésticos, pese a que la novia de mi cacho-carne mencionó la posibilidad de estar ante una amenaza ratonística. Un día en que los ruídos resultaban especialmente molestos enviamos una misión especial para descubrir la fuente, con el resultado de que al mover la nevera se fue la luz de toda la cocina y pensamos que la habíamos cagado bien gorda (al final resultó que justo en ese momento se fundió un fusible del cuadro eléctrico, en la otra punta de la casa, y el conserje nos lo arregló en un periquete al día siguiente).
En un nuevo informe de hace unas semanas, mi cacho-carne afirmaba haber visto la cola de un ratón en la cocina, así que empezamos a trabajar sobre la certeza de que nos enfrentábamos a un roedor bien entrenado, capaz de colarse por los pequeños huequecillos entre la encimera y el cajón de las cazuelas. También empezamos a lavar las cazuelas antes de usarlas. Y hace sólo unos días estalló la crisis al volver del camping y encontrarnos al ratón correteando por la cocina a plena luz del día, en un claro intento de demostrar su superioridad estratégica.
Ante tal desfachatez, ordenamos el estado de alerta DEFCON 4: se incrementa ligeramente la actividad de los servicios de inteligencia y se endurecen las medidas de Seguridad Nacional. Compramos armamento soviético en el mercado negro (dos trampas como las de la foto), las untamos con mantequilla de cacahuete (que vale lo mismo para un roto que para un descosido) y las ubicamos estratégicamente en las líneas de abastecimiento del enemigo. ¿Por qué no usamos queso? Pues porque lo normal es que el ratón alargue el brazo, coja el queso y se pire tranquilamente, así que es mejor poner algo que le obligue a quedarse en el rango de acción de la trampa.
Menos de dos horas después, cautivo y desarmado el ejército roedor, habíamos conquistado nuestros últimos objetivos militares. Desde capitanía general (lo alto de un taburete) la novia de mi cacho-carne nos dió las instrucciones para deshacernos de las pruebas de una forma mucho más elegante que la que aplicó el ejército de Estados Unidos cuando lo de Bin-Laden, y ya no se oye ruido alguno procedente de la cocina.
Lo mejor, aparte de que nos hemos librado del ratón, es que al no tener que dejar las trampas puestas toda la noche no nos arriesgamos a despertarnos por la mañana, olvidarnos de ellas y perder un dedo del pie al ir a preparar el desayuno. Para evitar que este blog se parezca a Telecinco no hay fotos de nuestra victoria, pero si viéseis cómo le deja la cabeza a un ratón una de estas trampas entenderíais el miedo a pisar sobre una de estas cosas.
Para los amantes de los animales: sí, era necesario. El ratón corretea por la basura, por la basura del vecino, por el aislante tóxico que hay entre las paredes, por encima del veneno que le pongan los de mantenimiento del edificio….. y luego por nuestros cazuelas. Son portadores de enfermedades que te pueden dar un disgusto, y además muerden. Podríamos haberle dado caza preservando su integridad física, pero eso no deja de ser una experiencia de lo más estresante para el animal y además no teníamos dónde dejarlo suelto. Al menos murió poniéndose las botas, oye.
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