Hacía mucho tiempo que quería ver este documental, pero por unas cosas y otras aún no lo había hecho. Una falta imperdonable a la que acabo de poner solución a base de bien, y además espero compensar mi karma con este artículo ayudando a que más gente vea el documental y abra los ojos.
httpv://vimeo.com/23524617
La cosa es sencilla: en el modelo económico en el que vivimos, la industria necesita del consumo no ya para sobrevivir sino para seguir creciendo constantemente. Como el consumo no crece tanto como a la industria le gustaría enriquecerse, lo «estimulan» a través de estrategias de marketing que generan en el consumidor la necesidad de comprar algo un poco más nuevo o un poco mejor antes de necesitarlo realmente. Ahí es donde entra en juego la obsolescencia programada: los productos se fabrican con la intención de que duren poco, obligando al consumidor a comprar otra vez antes de tiempo.
El primer ejemplo del documental es perfecto: hace cien años las bombillas tenían una vida útil de hasta 2.500 horas, pero los que manejaban el cotarro de las bombillas crearon un cártel para controlar la producción mundial y hacer que todas las bombillas durasen sólo 1.000 horas, y así vender más. El problema es que esto mismo que parece una historia de ciencia ficción es totalmente real, y pasa con todo tipo de productos: desde la batería del iPod hasta el chip de «límite de impresiones» de la impresora que tienes en casa (en mi caso, la impresora del documental es exactamente la que tenemos en casa). Los ingenieros ya no investigan para diseñar productos mejores, sino productos que perpetúen el ciclo de consumo. A estas alturas de la humanidad podíamos tener bombillas que durasen toda la vida, muebles que pasasen de generación en generación, coches que resistiesen cincuenta años y ordenadores que (por hardware) no hubiese que reemplazar en décadas. Eso por no hablar de las medias y la ropa en general.
Así es como se mantiene el sistema económico capitalista, que por desgracia es cortoplacista hasta la aberración: el consumismo exagerado provoca el consumo innecesario de recursos naturales limitados (es decir, estamos agotando al planeta) y a cambio genera ingentes cantidades de residuos de todo tipo (es decir, estamos llenando el planeta de basura, contaminando recursos naturales -agua y tierra). En resumen: el modelo no es sostenible. Y, leyendo los periódicos, tampoco es que el capitalismo nos esté dando muchas alegrías, así que puede ser un buen momento para pensar un poco y mejorar las cosas ahora y para el futuro.
¿Soluciones? Pues por un lado exigir a los fabricantes que dejen de tomarnos el pelo y fabriquen productos de calidad. Por otro, exigir a la industria que utilice componentes y procesos de fabricación sostenibles. Pero sobre todo volver a la mentalidad de principios del siglo XX: comprar algo cuando de verdad haga falta (sin descartar algún capricho, tampoco hay que vivir en la austeridad que el dinero que ganas doblando el lomo no es para que se pudra debajo del colchón), usar las cosas hasta que ya no valgan, reparar las cosas cuando se rompen en vez de correr a comprar algo nuevo, huir de las modas, comprar más cosas de segunda mano… se puede hacer mucho. Es una cuestión de mentalidad, nos han inculcado que para ser felices hay que gastar y esa es la gran mentira del capitalismo.
Deja una respuesta