Si hay una imagen reconocible de Toronto esa es la de la CN Tower, un pirulí más alto que el de Torrespaña y mucho más molón porque por la noche tiene luces (al estilo de la Torre Eiffel de París, pero más moderno) y sobre todo porque puedes subirte y ver la ciudad entera, e incluso Estados Unidos si hace buen día y tienes buena vista. Una visita obligada se mire por donde se mire (partiéndose el cuello desde abajo, de lejos como parte del skyline de la ciudad, desde arriba…), y este calcetín tenía claro desde que supimos que nos veníamos a vivir a Toronto que nos la subiríamos, y lo mismo un día incluso lo hacemos andando.
La CN Tower era la estructura más alta levantada por el hombre hasta que hace un par de años se terminaron de construir el Burj Khalifa y la Canton Tower. La idea de construirla sugió de Canada National Railway (cuyo logo es CN y de ahí el nombre), el equivalente en la Canadá de los años sesenta a nuestra RENFE, que pretendía montar una plataforma de radio y televisión para dar servicio a toda la zona de Toronto y además demostrarle al mundo el molonismo canadiense y de la propia empresa. La puntita de la antena más alta está a 533.33 metros, y la planta más alta que puedes visitar a 446.5 metros.
La entrada cuesta (a fecha de este artículo) unos $35 por persona, aunque el precio final depende de si sólo quieres subir a la planta principal, si quieres subir a lo más alto o si quieres ver una peli (que es como decir “si quieres pagar por tonterías, ésta es tu oportunidad”). Nosotros cogimos la opción de subir a la planta principal y a lo más alto porque era sólo $5 más, que te los puedes ahorrar y no pasa nada pero ya que has llegado hasta ahí tiene su gracia y está bastante más alto. Y si tienes los huevos muy pero que muy gordos también puedes hacer el “edgewalk”, un paseíto por la parte de fuera del mirador sujeto con un arnés que se han inventado el año pasado (cuesta $175, aunque mi madre te da $200 si prometes no hacerlo).
Pero lo verdaderamente imprescindible es la parte del suelo de cristal sobre el vacío, aunque hay que tener estómago para asomarse, caminar sobre el cristal y saltar un poco. Lo de saltar es de cabroncete porque el suelo tiembla un poco y el resto del personal se caga de miedo… así que siempre hay alguien que lo hace. Para los más miedosos lo más fácil es tumbarse, o si de verdad no lo soportas puedes mirar la caída desde un espejo en el techo (al mirar hacia arriba no da vértigo, y además te ves a ti mismo). Pero para las personas y calcetines normales, darse el paseo es una sensación increíble y muy recomendable, una mezcla perfecta entre sentirse seguro y tener los huevos por corbata.
Ya os imaginaréis lo que voy a decir: esto hay que vivirlo. Pero para los que no os atrevéis, los que estáis muy lejos y los que ya estáis planificando vuestra visita, aquí os traigo un aperitivo en forma de vídeo (contiene escenas que puedenherir la sensibilidad de cachos-carne con vértigo).
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