Cada vez se ve más gente usando la bicicleta por Madrid capital, y eso ha hecho que me entre el gusanillo holandés pese a que los tranvías de La Haya son a los conductores de Madrid lo que el corderito de Norit a Cujo en pleno acceso de rabia (el símil no es mío, pero me gusta). Echo de menos aquel maravilloso año en que usaba la bici más que el cepillo de dientes, gracias a lo cual estaba en plena forma, reduje mis emisiones de CO2 a la atmósfera y me volví con una caries en una muela.
Además de darle un repaso a la bici, que llevaba varios años parada y cogiendo polvo, he tenido que comprarme un buen candado. En Holanda eso era tan fácil como ir a una tienda y comprar el modelo que más te gustase dentro de tu presupuesto, pero eso aquí no es tan fácil. Mi primer impulso fue ir al Hipercor, donde no tenían gran cosa, así que mi segundo impulso (el primero de mi madre, que es muy insistente) fue ir a la tienda de bicis del barrio.
En la tienda cogí el típico cable de acero con candado que cuesta en torno a 15 euros, y me lo habría llevado de no ser porque el amable bicicletero me dijo que en Madrid ese candado sólo servía si en el momento en que alguien intentaba robarte la bici tú estabas sentado encima con un bate de béisbol. Pensando que algo sabría el buen hombre miré las otras opciones que tenían en la tienda: un modelo de candado en U cuyo peso podía partir la bici en cualquier momento y una cadena metálica que bien habría servido para sacar a pasear a un tiranosaurio. Pero el problema era que ambas opciones costaban más de 70€, lo que considerando el estado de la bici supondría tener más miedo de que me rompiesen el candado que de que se llevasen la propia bici y me robasen la cartera.
Así que me fui a casa sin nada, pero convencido de que mi gran amigo Internet me ayudaría. Lo malo es que en la red hay de todo a cualquier precio, pero sobre todo que hay opiniones de todo tipo. Desde gente que dice que puedes hacerte tu propio candado irrompible hasta vídeos sobre cómo abrir un candado de una de las marcas más respetadas con un simple boli BIC. Así que muchas veces en vez de ayudarte a decidir mirar en Internet te complica más la vida.
Tras varios días de búsqueda intensiva acabé reduciendo mis opciones a dos candados en U de la marca OnGuard, uno de llave y otro de código. Los dos tenían bastante buena pinta y el precio entraba dentro de la lógica. Faltaba decidirme, y al final fue más fácil de lo que esperaba gracias a los comentarios de los usuarios: aunque son un firme creyente de que si el sistema de la llave lleva dando seguridad a la humanidad desde hace milenios por algo será, al leer varias veces que “puede que el candado sea supersólido, pero las llaves son de mantequilla: se me han roto todas en un mes” me decidí por darle una oportunidad al código.
Por supuesto, las tiendas online españolas son tan caras como las físicas, así que como buen consumidor de la era global no tuve ningún reparo en recurrir a Amazon. Tras una hora dedicada a comprobar que en todo el Reino Unido no hay una maldita tienda de candados de bici que haga envíos a España, tuve que tirar de Ebay, pero tranquilos que no soy tan tonto como para comprar un candado de segunda mano y darle mi dirección a quien me lo vende para que venga a probar su copia de la llave en todas las bicis del barrio: lo he comprado nuevo a estrenar de una tienda calificada con un 99.7% de confiabilidad por sus compradores. Ya será mala suerte que me toque el 0,3% al que le roban la bici.
Si sois un poco avispados veréis que mi candado es de la misma marca que el que se abre con un boli. Han pasado seis años de aquello y la empresa no ha quebrado, así que parece que solucionaron el problema. De todas formas con lo que ha costado hacerse con el candado más vale que sea a prueba de yonkis holandeses, tsunamis y Apocalipsis de todo tipo.
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