A mí me habían dicho que los Erasmus suelen viajar mucho, aprovechando que ya tienen la mitad del camino hecho y que en muchos países los profesores son benevolentes con ellos y hacen que les resulte más fácil aprobar. Lo que no sabía es que apenas pasada una semana de haberme venido a vivir aquí nos íbamos a ir de viaje. Fue un viaje organizado para que los alumnos de intercambio nos fuésemos juntos a pasar un fin de semana en la isla de Ameland para que nos conociésemos mejor, hiciésemos amiguitos y esas cosas que hicieron que el viaje se ganase los sobrenombres de “convivencias de la iglesia”, “campamento scout” y “campamento organizado por buscopareja.com”.
Para empezar, dentro de la isla nos movíamos todos en bici. Los sesenta y seis. Y lo que es más gracioso aún es que soy el primer calcetín que conocéis que puede decir que ha montado en tándem, experiencia muy holandesa a la par que graciosa y no exenta de peligro y cierta dificultad. Es decir, aprendí que hay que saber arrancar y coordinarse con el compañero, contar con que no puedes hacer giros muy cerrados… y me caí una vez saltando por encima del manillar. En mi defensa diré que fue por culpa de otro tándem que se cruzó.
Tengo que decir que una de las cosas más importantes es escoger un buen compañero, porque no vas a poder despegarte de él y vais a pasar juntos las penurias de las cuestas; así que es necesario que sea salao, no deje de pedalear en los momentos duros y sea capaz de ponerte la capucha cuando llueve (el de delante es mejor que no suelte mucho el manillar, pero el de detrás puede ir con las manos en los bolsillos). El caso es que en el tándem recorrimos la isla, viendo que los holandeses se lo curran y ponen en los pueblecitos cucos el suelo de Disneylandia para que todo mole más.
Lo otro que hicimos en la isla fue la excursión cultural programada por el APA. Por cuestiones que no terminamos de comprender muy bien, acabamos metidos en una especie de reserva de patos escuchando a un holandés cómo alimentar a un pato (nunca con peces, que entonces el pato sabrá mal), cómo se se debe matar un pato (con las manos y de un solo movimiento) y cómo desollarlo (con una especie de sacacorchos que se inserta por cierto agujero, se enrosca y se saca todo cuidando de que no se rompa ninguna viscerilla y se esparza por dentro). Como veis, cuando vuelva a España ya puedo decir que he aprendido algo vital en el mundo de la publicidad y el marketing… si es que le sacas un partido enorme a estudiar en otro país.
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