Yo siempre he odiado un poco a esa gente que tiene varios teléfonos móviles. Mi razón principal para hacerlo es que me parece tonto, pero también está que defiendo a ultranza el teléfono fijo (barato hasta la gratuidad, Internet, Tv…) y que tener más de un terminal móvil me parece un acto puramente consumista y pijo… salvo cuando se trata de la edición especial con carcasa de El Señor de los Anillos, que entonces sí que vale. El caso es que por motivos que no vienen al caso pero que incluyen herencias, robos, carcasas especiales de ESDLA, regalos e irse a vivir a otro país sin traerse uno de los móviles liberados, ahora mismo tengo cinco terminales (en total, metidos en cajones… en realidad uso uno y medio). Y me caigo mal, pero puedo hacer una reflexión sobre el tema telefonístico.
Dado el estudio que he realizado, puedo dar por sentado que los llamamos “teléfonos” para disimular. A estos chiringos no se les puede llamar así. Sería como llamar filete de ternera a la vaca entera. Cada uno de los móviles que han ido llegando a mis manos tienen más cosas dentro (excepto el que me acabo de comprar en Holanda, que sirve como ladrillo para construir un nuevo edificio): polifonías, mp3, grabadora, foto, vídeo, conexión con el ordenador, sincronización con el ordenador (ojo, conexión y sincronización son cosas distintas, leeros el manual), conexión a Internet, puede usarse como módem… en fin, que son la evolución tecnológica de las navajas suizas, que acabaron llevando brújula, tenedor y palillo mondadientes.
Ojo, no digo que no le vea utilidad a tenerlo todo junto, igual que le veo utilidad a los robots de cocina (mayormente por incluir la palabra “robot”, lo que siempre es útil y molón) y a los “todo a euro”. Para empezar, puedes salir sin tener que cargar con siquicientas cosas y sus correspondientes pilas, o enviar cosas con el Bluetooth. Pero, desde mi calcetinístico punto de vista, esta evolución de los teléfonos móviles también tiene inconvenientes. El primero y principal es la invención del maldito T9 (o como se llame en vuestros respectivos chiringos el tema de que el teléfono decide qué palabra estás escribiendo): pues mira, yo me invento palabras y me revienta que mí móvil se crea el sillón jota mayúscula de la Academia de la Lengua.
Tras lo del T9 cualquier inconveniente parece menos, pero los hay, como que te cuesta un riñón comprarte el cacharro, y si se rompe algo, se gasta la batería, lo pierdes o te roban por tener cara de panoli y un móvil último modelo te quedas sin nada de nada (incluido el riñón); o que todas las funciones molan pero (al igual que pasa en los “todo a euro”) la calidad deja bastante que desear. Es decir, si para usar el Photoshop conviene tener 1GB de RAM disponible en el ordenador por algo será, y aunque quieran convencerte de otra cosa Spielberg no va a grabar su próxima peli con la cámara del móvil sino con una de verdad. Ahora, que George Lucas lo mismo sí.
De verdad, señores fabricantes, que yo cuando quiero un teléfono simplemente quiero un teléfono. ¿Acaso cuando me compro una cámara de fotos me hablan de tonos polifónicos? Pues no me hablen de mega píxeles cuando me compro un móvil. Eso sí, tengo que reconocer que yo nunca habría pagado la riñonada que vale, pero que me mola mil tener uno, porque suena Tribute de Tenacious-D cuando me llaman y aparece la foto de quien me llama. Eeee sí, lo que me hace gracia son las tonterías.
Aparte, por contar alguna curiosidad, España es el mercado de prueba de los chiringos móviles. Al parecer tenemos más móviles que todo Estados Unidos, y hay gente que va por la vida con varias líneas y terminales, hasta cinco (es decir, no es que tengan en casa los cuatro viejos, es que USAN los cinco). Supongo que entonces la gracia de tener la cámara de fotos, de vídeo, el módem, el móvil, la grabadora y el mp3 en un solo cacharro se va al garete. Eso sí, vas por la vida con cinco cámaras, cinco grabadoras, cinco mp3… y cinco teléfonos. Eso demuestra que a los españoles lo que nos mola es llegar al bar (al bar, que no al trabajo o al parque) y fardar de cacharro (en todo su significado).
Por cierto, la verdadera ventaja que tiene ser un calcetín es que no voy a sufrir la esterilidad o los megatumores cerebrales que, por narices, tiene que provocar ir por la calle con tantos chiringos de éstos constantemente. A ver si usamos el cerebro antes de chamuscárnoslo.
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