Cuando mis amigos y yo nos ponemos intelectuales y gafapastosos, una de las películas que siempre han salido a relucir es “Ciudad de Dios”. Yo no la había visto, y ya me quemaba no poder decir nada salvo “si, nos pusieron un cachito en primero”, así que aproveché que estrenaba vacaciones para verla el otro día. Y lo primero que tengo que decir es que, como bien decía todo el mundo antes de que yo lo diga ahora, es un peliculón como la copa de un pino.
La película en sí misma cuenta la historia de una especie de guerra en un barrio brasileño (Ciudad de Dios) a través de diferentes historias que se cruzan. Pero no se cruzan en un punto, o son distintas visiones de una misma historia, simplemente son historias que pasan a la vez y que están totalmente conectadas, de forma que una parte sin otra no tendría el menor sentido.
Una de las cosas que más me ha gustado ha sido el montaje, que es por lo que nos pusieron un trozo de la peli en primero y es una de las cosas en las que por alguna extraña razón tiendo a fijarme cuando se sale un poco de lo normal. Otra cosa en que me fijo es en la movilidad de las puertas tras las que se garrapiñan caducados mentales. El caso es que el montaje de “Ciudad de Dios” tiene muchas de esas cosas raras que me gustan, como las paradas fotográficas o, por poner ejemplos, la maravillosa secuencia de “la casa de los apés”.
Pero hay algo en la película que creo que es realmente interesante: la historia de Zé Pequeño. Sobre todo al principio de la parte dedicada a él, pero en realidad en todo el personaje, hay un algo que hace que ese personaje bien pudiese haber salido de la cabeza de Tarantino. A ver, aclaremos una cosa, yo creo que cuando Dios no quiere hacer una peli se lo encargan a Tarantino, así que cuando digo que el personaje de Zé Pequeño podía ser suyo estoy diciendo que es genial. Y opino lo mismo de la banda sonora, me parece muy bien seleccionada y utilizada, y con ciertos rasgos muy Tarantino como meter una canción que se llama “Kung Fu Fighting”.
Es cierto que es una peli “dura”, de esas que lo son no porque aparezca un loco comiéndose los dedos que acaba de cortarle a su víctima justo antes de matarla y dejar que unos perros asesinos la desuellen (vaya tiempo verbal… gracias Javi), sino porque te cuentan una historia totalmente creíble con una sencillez tal que se convierte en crudeza y te deja pensando que no sabes nada del mundo y que tú vives de puta madre. Eso sí, no te deja tan mal cuerpo como “Hotel Rwanda” o “La lista de Schindler”, aquí hay cierta frescura y humor que se agradecen. Detalle: atentos a la entrevista que aparece durante los títulos de crédito, una forma increíble de subrayar el cartelito de “basado em histórias reais”.
Deja una respuesta