Mientras espero a tener alguna foto para ilustrar la entrada sobre París, y dado mi estado actual de “casi no puedo ni abrir los ojos” tiraré del armario para cumplir con las fechas. Y la verdad es que hay un tema que de siempre me ha traído de cabeza, y es la posibilidad de viajar en el tiempo y todo lo que eso implica en el truculento tema del destino.
A mi la idea de que exista un destino no me mola un pelo, salvo cuando cabe la opción de que ese destino me convierta en el gran calcetín rodeado de mujeres que domina el mundo y es rico, famoso y adorado por todos los demás seres. Pero eso parece improbable dada la cantidad de destinos que hay, que sólo con ver las pantallas de Barajas te haces a la idea de que hay muchos destinos y ya sería suerte que tocase el bueno (festival del humor). Además, que eso de que sólo puedas acabar de una forma y que hagas lo que hagas te estás acercando un pasito más hasta ese punto resulta poco atractiva. Ahí la Iglesia sí que acertó con lo del libre albedrío, que mola más.
El caso es que viajar en el tiempo si que mola. ¿No? Pues si, pero no del todo. Ir al futuro a ver qué pasa con lo del teletransporte y “que me dijiste que me tenías el coche listo para el lunes y he viajado en el tiempo y es lunes” si tiene su utilidad, y nada que objetar. Sigue la idea lógica de pasado-presente-futuro, pero saltando a la estación de “futuro2”, por ir más rápido. Hasta aquí no le veo ningún problema y sí muchas ventajas.
Pero, y este es el punto chungo del tema, ¿qué pasa con los viajes al pasado? Pues que malo, que a mi si me viene un tipejo y me dice que viene del futuro le sacudo, por mucho que me asegure que me trae una lejía superchula que no salpica y lava más blanco.
Me explico. Como ya he dicho, la lógica de la vida es pasado-presente-futuro. Si vas para el otro lado, significa que en algún punto el futuro se convierte en pasado, con lo que en el presente te quedas con un pasado que ya has vivido y un futuro que ya sabes que vas a vivir. O lo que es lo mismo: no puedes cambiar el pasado porque pasado está, y no puedes cambiar el futuro porque entonces cambias el pasado, que ya hemos dicho que pasado está. Y eso es el destino, que desde el principio he dicho que no mola.
Además, por picar a los que están pensando “ya, pero si voy ahora y me marco un viajecito al pasado me aviso de que me va a atropellar ese coche y no soy parapléjico el resto de mi vida”. Pues para empezar no se si te dejarían llevarte la silla de ruedas en la cabina, pero para continuar si ya lo cambias tu “yo” actual ya no habría sido atropellado, con lo que nunca se le ocurriría la idea de viajar al pasado para evitar algo que no ha llegado a suceder. En este caso la única solución lógica que se me ocurre es la de los universos paralelos, y eso es todavía más chungo de entender.
Y ahí no estoy contando nada nuevo, que la leyenda de Edipo y otras muchas cosas vienen a contar la misma idea: al saber tu destino e intentar cambiarlo lo que haces es precisamente acercarte a él. ¿Habría pasado todo como ha pasado de no haber intentado evitarlo? Ese es el tema, que resulta que tu destino incluía saber que ése era tu destino y nadie te lo dijo. Qué perros, que no avisan ni nada.
Bueno, pues de momento lo dejo aquí aunque este tema me corroe mucho por dentro y supongo que cuando escriba algo más organizado volveré sobre él. Y lo dicho, que yo espero sentado a que venga el futuro en vez de viajar por el tiempo a ver vuestros comentarios al respecto.
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