Madrid, mediados de abril. Voy por la calle y oyes a la gente decir “¡pero cómo puede hacer tanto frío a estas alturas!” y yo sonrío para dentro y pienso “si yo os contara, pequeñuelos…”. Y es que tras haber pasado un invierno en Ottawa la expresión “hace frío” ha cambiado totalmente de significado para mi.
Antes de plantarme allí yo ya tenía bastante asumido que iba a hacer bastante frío. Es decir, los canadienses son buenos en los deportes de hielo, siempre aparece todo nevado, la mitad del país está hecha de hielo… pequeñas pistas sobre el clima. Así que yo hice la maleta en septiembre pensando que, si por motivos que no vienen al caso, me quedaba más de las dos semanas que estaban planeadas, tenía que protegerme del frío. Y cuando me preguntaban si estaba preparado para la que me venía encima, que si tenía abrigo y bufanda y demás, yo les contestaba que sí, que en España teníamos de todo eso. Salvo frío.
En noviembre, azuzado por una madre que no quería enterarse por videoconferencia de que su hijo había perdido un dedo del pie, empujado por una chica que no quería tener que contarle por videoconferencia a la madre de su novio que su hijo había perdido un dedo del pie e impulsado por un frío que te cagas, mi cacho-carne hizo algunas compras que, a la larga, nos han salvado la vida. Y han dado lugar a esta mini-guía de compras invernales para chavales que van a vivir donde Cristo perdió las chanclas y se le quedaron los pies como cubitos.
Antes de empezar, tengo que decir algo sobre los precios. Mi cacho carne tuvo la suerte de contar con la financiera “madre” con créditos a “te he ingresado esto para que pagues las ropas, que te las regalaré yo, anda”, con la ayuda benéfica de la asociación vermontesa “Atomic Aunt” y con los cuidados de la división quebecoise de Santa Claus. Pero aun así, en aquella parte del mundo este tipo de ropa es de primera necesidad, por lo que no es muy cara salvo que seas muy pijo. Y, aunque fuese caro, puedo asegurar que merece totalmente la pena. No intentes ahorrarte monedas para jugar luego a los futbolines porque como no te compres guantes de los buenos tus manos se congelarán y caerán, y adiós futbolín. Así que sigue estos consejos.
Calcetines
Todo el mundo que tenga madre y abuela sabe que el frío entra por los pies. Eso es así y no hay más que hablar. Y todo el mundo sabe que en este blog hay un rollo raro con los calcetines, así que nadie se sorprenderá de que abra con este apartado.
Como buen español, lo primero que piensas es que si hace tanto frío te pones dos pares de calcetines y tira millas (porque aquí sólo usamos las millas para esa expresión). Pero eso es un error que te puede costar pasarlo mal un rato (el rato en el que te están amputando el pie), sobre todo si eres un lumbreras de los de culminar la jugada con una bolsa de plástico entre calcetín y calcetín.
Para empezar, te harían falta como 27 calcetines en cada pie para que este truco funcionase en esas temperaturas. Y para continuar, siendo más técnicos, al ponerte dos calcetines lo más probable (seguro si usas la bolsa de plástico) es que alguno de ellos no sea de los materiales adecuados para que tu pie respire, con lo que el pie sudará, el calcetín se calará, el frío congelará el calcetín calado y habrá que amputar.
Así que, siguiendo los consejos de todo el mundo (y habiéndome traído de vuelta todos los dedos de mis pies) yo recomiendo los calcetines de lana Merino, que son cómodos y calentitos. Lo malo es que tienden a ser bastante aburridos en términos de diseño, y eso me tiraba para atrás, pero compensan su nivel de molonería evitando que te corten los dedos de los pies por un coste de unos 7$ el par.
Ropa interior
Por seguir de dentro hacia afuera, vamos con la ropa interior. Y empiezo este apartado con un rotundo “nunca jamás en la vida pensé que me enamoraría de mis gayumbos largos”. Pero es que se convirtieron, sin lugar a dudas, en una de mis prendas favoritas. Gracias a ellos puedes salir a la calle a -25 grados con tus vaqueros y no tener NADA de frío en las piernas.
Personalmente, recomiendo su uso más como “pantalón interior” que como prenda íntima propiamente dicha, que así no necesitas uno para cada día y cuando la gente te dice “hostia, si llevas gayumbos largos” tu respondes “que no, tonto, es que llevo dos pantalones”. Porque una cosa sí hay que reconocer: por mucho que ya no sean como los de las pelis del oeste (los míos ni son naranjas ni tienen ventana en el culo, para resumir), no hay que olvidar que siguen siendo unos calzoncillos que te llegan hasta los tobillos, así que tampoco es cosa de ir fardando por ahí. Los míos, de North Face, costaron unos 30$. Una gran inversión.
Y puestos en el tema de “prendas de ropa interior que nunca pensé que me pondría”, ahora vamos a hablar de las camisetas interiores, en este caso de las térmicas. Esto ya es para cuando el frío rasca como el estropajo de aluminio, y en el tema diseño tienes cosas normales, cosas para sentirte embutido como una morcilla que encima transparentan y cosas que servirían para tunear un buen Seat León amarillo. Yo me compré una de 9$, asegurándome de que me quedase ceñida pero sin amorcillarme y de que los tejidos fuesen los adecuados para estar calentito pero transpirar.
Apunte: cuando vas a esquiar, la camiseta térmica, los gayumbos largos y los calcetines térmicos sirven para asegurarte la supervivencia en todo lo referente a no darte de bruces contra un árbol.
Botas
Sí, tú también tienes botas. Pero resulta que las botas que hacen falta para salir a comprar el pan en Canadá tienen que ser impermeables, de materiales que te mantengan el pie a temperatura normal mientras fuera hay -30 grados y de suela que no resbale en la nieve y agarre en el hielo. Por mucho que con ellas te dejen entrar a Pacha, aquí tus Timberland guapas no valen. Ni siquiera las Chirucas de subir a la sierra los domingos.
Así que vete a la tienda, que por unos 100$ tienes un montón de botas, con su Goretex y su Thinsulate para que hagan equipo con tus calcetines y puedas ir de un lado para otro. Obviamente pesan un carajo y es difícil conjuntar materiales contra el frío con un diseño molón, pero son totalmente necesarias. Y para las chicas hay mucha pijería donde escoger, pero cuesta una riñonada… aunque en España tendrías que hipotecar a tu madre para comprar algo así, claro.
Manoplas
Sí, sí, he dicho manoplas. No, no he dicho guantes. He dicho manoplas. Yo también me sorprendí de verme con ellas puestas, dado que estaba en frente de un espejo y también veía que tengo más de tres años, pero son geniales. La gracia está en que, mientras el guante envuelve cada dedo de forma independiente, el diseño de la manopla crea una bolsa de aire donde se aprovecha el calor que desprenden la mano y los dedos, creándose una burbuja caliente mucho más práctica a la hora de no perder falanges por congelación. Las que venden en la calle son muy buenas y cuestan entre 10 y 15 dólares. Y siempre encontrarás que alguien ha llevado el diseño de la manopla donde debe estar… yo hice un par de buenos colegas.
Gorro y bufanda
Tras dar un par de vueltas por el mundo, he comprobado que en muchos casos (que no en todos) la cabeza es la parte con la que las personas piensan. Así que es necesario protegerla del frío y, aunque puedes intentarlo, necesitarías un calcetín muy grande. Hasta Navidad yo seguí utilizando el gorro chachi que me compré en Polonia (cuando me enfrenté a la avanzadilla del súper frío), pero Papá Noél recibió el bulo, totalmente infundado, de que el amarillo no es un color elegante, así que me trajo un gorro genial con una bufanda a juego (tanto en color como en genialidad).
Abrigo
Si no existiésemos los calcetines, éste sería el Rey del Mambo. Con un buen abrigo, que te proteja del frío y sobre todo del viento, está la mitad hecho. Si es bueno, te debería bastar con llevar debajo una camiseta y una sudadera para no tener frío cuando sales a 20 bajo cero. Además eso es bueno porque, otra vez, como te pongas demasiadas cosas y sudes sí que las vas a pasar canutas. Sé que parezco el anuncio de Rexona, pero la transpiración es esencial. Así que aquí sí merece la pena dejarte los cuartos en un buen abrigo, porque además de evitar que mueras congelado debería durarte unos cuantos inviernos, con lo que se rentabiliza. Para los amantes del naranja, que sepáis que en Canadá no está de moda y mi abrigo corrió la misma suerte que el gorro de Polonia: ostracismo, repulsión y comentarios vejatorios.
Doy por sentado que todos sabemos que hay vaqueros y sudaderas de más calidad que otros y cosas que abrigan más que otras, así que con estos consejos puedo dar fe de que uno puede pasar el invierno en Canadá y no perder ningún dedo ni cualquier otro apéndice. Y sobre todo, queridos amigos canadienses, recordad que animales mucho más evolucionados que vosotros, como el oso polar, pasan de buscarse ropa y lo que hacen en invierno es no salir de su cueva. Ahí lo dejo.
(Actualización: seis años después el abrigo y las botas dijeron basta, así que tuve que actualizar el equipo y hacer escribir la segunda parte: Ropa para sobrevivir al invierno canadiense, nivel experto).
Deja una respuesta