Tengo que reconocer que soy un calcetín bastante friki. No sólo en cuanto a gustos, sino también en cuanto a forma de ser. Por ejemplo, he jugado varios torneos de Pacman (con muy buenos resultados), he intentado aprender élfico y holandés (casi con el mismo resultado) y he dedicado semanas a pintar cacahuetes. Y por supuesto, una de las extremidades de mi cuerpo es un USB que me enchufa al ordenador durante horas.
Y es este último tema el que de vez en cuando me lleva a meterme yo solito en marrones que podría ahorrarme de marcar en las casillas de los formularios “conocimiento informático nivel usuario”. No, yo marco “usuario avanzado”. Por eso me encantan todos los programas para limpiar el registro de Windows, los archivos temporales, recuperar archivos borrados, optimizar el sistema y modificar el aspecto visual de Windows. Y cuando hay problemas, intento arreglarlos, investigar y meterme donde Bill Gates no me llama. Y a veces la cago mucho, como cuando tuve que formatear el ordenador cuatro veces en 48 horas.
Todo empezó con un programa que empezó a pedirme una clave de activación que no le hacía ninguna falta, por más que dijese que “la configuración del equipo ha cambiado desde la activación”. Así que desinstalé el programa en cuestión, me metí en los archivos de sistema para eliminar todo rastro del programa y su activación y empecé a pasar los programitas de limpieza.
Para esto, existe una herramienta gratuita para limpiar el registro de Windows que se llama Wise registry Cleaner, y que antes de borrar nada te separa los resultados en entradas “safe to fix” y “not fully safe to fix”. Por experiencia personal ya me sé que lo del “not fully safe to fix” va muy en serio, así que sólo borro las entradas seguras. Pero me dispuse a limpiar también los archivos temporales, para asegurarme de que no quedaba ni el recuerdo del programa que estaba dando por saco. Dado el buen resultado de su limpiador de registro, opté por probar el Wise Disk Cleaner para limpiar el disco duro, eligiendo eliminar todos los tipos de archivo (este no divide entre los de riesgo los seguros). Y esa falta de piedad fue mi condena.
Una vez el ordenador estaba “totalmente limpio” me encontré con que la búsqueda de Windows me daba error. Ni restaurando el sistema, ni deshaciendo las últimas acciones de los limpiadores ni descargando un recuperador de archivos eliminados conseguí nada. La última vez que me pasó algo así (maldita serie CS3 de Adobe, la cantidad de porquerías que instala) había tenido que formatear, pero para intentar evitarlo probé a dejar mensajes en un par de foros de gente muy muy friki. Nada más dejar esos mensajes me di cuenta de que el Windows Media tampoco funcionaba. Eso ya son palabras mayores, y requiere acciones contundentes.
Gracias al Dell Factory Image formatear el ordenador es la mar de fácil (F8 como un loco al encender el ordenador, “reparar equipo” y escoges la opción), y te lo devuelve al estado de fábrica. Lo mismito que se puede hacer con el Symantec Ghost, por lo que sé, y que los técnicos denominan “grabar una maqueta del ordenador”. Así no tienes que buscarte los CD de Windows, drivers y demás zarandajas, por lo que decidí no esperar un segundo más.
Lo primero fue subirme a casa de Hugo a que me dejase espacio en uno de sus discos duros externos para guardar mis archivos y empezar con el formateo. Para los que no lo conocéis, Hugo es un tío de puta madre al que además le encanta tener cosas. Y como es un tío de puta madre te las deja, y gracias a todo eso puedes estar en su casa jugando al Guitar Hero mientras los archivos se copian de tu ordenador a su disco duro. Lo malo es que el Guitar Hero es muy absorbente, y no nos dimos cuenta de que mi ordenador se quedaba sin batería en mitad del proceso y se iba todo a la porra. Tan a la porra que el disco duro dejó de ser reconocido por los tres ordenadores presentes en la habitación en ese momento.
Menos mal que, además de todo lo dicho, Hugo es también un friki de estas cosas. Ni corto ni perezoso, mientras yo me acojonaba por haberle causado la pérdida de 400GB de archivos, él cogió el disco, lo metió en el congelador cinco minutos y al sacarlo volvía a funcionar perfectamente. Así que enchufamos el ordenador a la red, le mandamos otra vez copiar todo y volvimos a por el Through the Fire and Flames de Dragon Force (rediós, qué difícil es).
Al final esa misma noche estaba ya instalando mis programitas cuando la culpabilidad vino a posarse sobre mi hombro derecho y me susurró: «macho, con lo poco que usas el programa de grabar CD’s bien podías quedarte con el Roxio, que lo tienes legal, y pasar del Nero». Lo intenté, pero ya había empezado a desinstalar componentes del Roxio y el proceso era irrecuperable, así que me decidí por el Nero. Y la culpabilidad empezó a picotearme la oreja de forma violenta hasta que volví a llamar a Hugo para saber si aún conservaba mis archivos y poder lanzarme de nuevo al formateo (volver a la maqueta con el Roxio bien instalado).
Esta vez, mientras estaba volviendo a configurar el Windows, se me desenchufó el ordenador. El acojone que semejante acontecimiento me provocó me recordará siempre que, para hacer estas cosas, la batería siempre puesta y cargada. Al reenchufar el ordenador tuve que formatearlo otra vez para evitar que se volviese loco intentando acordarse de si estaba borrando todo, instalando Windows o navegando por Internet en busca de porno. Unas dos horas después tenía Windows instalado y mis archivos copiados de vuelta. Y a Hugo un poco hasta los mismísimos de mi. Pero aquí no acaba la historia.
Sigue la aventura en el vol.2 —>
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