Bélgica: cuatro días, cuatro ciudades, mil ganas de volver (vol. 1)

Prólogo: el porqué.

Gracias a que a los holandeses les gusta ser raros, a finales de octubre los estudiantes disfrutan de una semana para estudiar la primera tanda de exámenes de la universidad. No sé qué hacen con esa semana los holandeses, pero sé que los estudiantes de intercambio traducen del Dutch “estudiar” al Erasmus “vacaciones”, con lo que se produce una salida masiva de las ciudades de residencia para conocer el continente europeo. El cacho carne que vive conmigo y unos amigos suyos decidieron irse a Bélgica durante cuatro días, que está muy cerca, y yo aproveché que quepo en un bolsillo para conocer otro país más y trazar los planes para su futura conquista. Esta entrada y las dos siguientes son el largo resultado de un viaje para el recuerdo.

Sentimos la llamada…
Sentimos la llamada…

Capítulo uno: Siempre es más divertido sin mapas.

Lo primero cuando vas a hacer un viaje en coche y no tienes coche es hacerse con un coche. Barajamos la posibilidad de hablar con nuestro yonki de confianza (el de las bicis), pero dada la usual falta de frenos, luces y demás elementos de seguridad de las bicis que suministra optamos por alquilar uno siguiendo el procedimiento normal. Así que nos metimos en Internet, seleccionamos el coche más barato para cuatro días, escogimos los días, las horas de recogida/devolución y la oficina para hacerlo (la más cercana a casa) y dejamos pasar el tiempo hasta el viernes, cuando empezábamos el viaje.

Llegado el día de recoger el coche, responsables como somos, fuimos a por él dejándonos el código de la reserva en el e-mail. Por suerte no hizo falta, probablemente porque cuando coinciden el nombre del DNI, el carnet de conducir y la tarjeta de crédito con los datos que ya has facilitado suelen deducir que eres la misma persona, o que eres tan bueno robando que te lo has ganado. Todo iba bien hasta que nos comentaron un detalle que hasta entonces no habían tocado: había que dejar una fianza de 1300 euros por el coche.

Pues no pasa nada, usamos la tarjeta que tiene que tirar… y no tira ni a la primera ni a la tercera vez. Pensamos en usar las RABO-tarjetas (nuestro banco es el RABOBANK, con lo que en estos dos meses ya hemos hecho todos los chistes posibles), pero no tenían tanto dinero dentro. No vayáis de listos porque si no eres holandés no puedes dejar la fianza en efectivo, que ya lo intentamos. Entonces se produjo una de esas gloriosas situaciones a través de los teléfonos: hola mamá, todo bien, pero necesito para ahora mismo 1300 euros en la tarjeta. O si una de esas amigas que has conocido hace dos meses no lo coge y luego te llama:

-Hola, ¿qué quieres?

-No sé, me habéis llamado vosotros. Acabo de llegar del gimnasio.

-Ah, nada, era para pedirte 1300 euros, pero ya no. Ahora nos vemos.

Posado absurdo con los coches de los cachos-carne que me llevaron.
Posado absurdo con los coches de los cachos-carne que me llevaron.

Al final la chica de la oficina, cansada de nuestra insolvencia e incapacidad para solucionar problemas, nos enseñó una triquiñuela de papeleo y seguros con la que podíamos dejar de fianza sólo 550 euros, opción a la que nos aferramos. Finalmente pudimos salir con un Volkswagen Polo sin tapacubos una hora después de lo esperado para aparcarlo dos calles más allá, porque al final salíamos al día siguiente cuando las chicas cogiesen su coche. Eso sí, conscientes de que no habíamos mirado ni dónde dormir ni mapas de ningún tipo nos pasamos la tarde en Internet comprobando que no quedaba sitio en ningún lado; e imprimimos las rutas de la Campsa seguros de que con eso, nuestro sentido de la orientación y los carteles de las carreteras sería suficiente.

Hasta el pais vecino llegamos sin problema.
Hasta el pais vecino llegamos sin problema.

En realidad las autopistas son iguales en todas partes y no entrañan mucha dificultad. Siempre, claro está, que sepas que si crees que vives en La Haya y vas a ver Amberes, Bruselas, Brujas y Gante lo que en realidad pasa es que vives en Den Haag y vas a ver Antwerpen, Bruxelles, Brugges y Gent. No contentos con semejante perrada, los holandeses decidieron que de vez en cuando iban a vacilar aún más, y por ejemplo la mitad de los carteles dirección Rotterdam no ponen Rotterdam sino R’dam. Por suerte los belgas no son tan salaos, porque si tengo que deducir que A’pen es Amberes merezco el Nobel de deducción mapística. Cosa que de todas formas deberían darnos, dados los instrumentos con los que hemos contado para esta aventura.

“El climax de la orientación”.
“El climax de la orientación”.

Otros posibles obstáculos para llegar de un sitio a otro son las entradas y salidas de la autopista. De toda la vida en una salida de la autopista puedes aprovechar para hacer un cambio de sentido, pero los belgas rompen con la norma y una salida te lleva simplemente a donde dice el cartel. Dado que ir constantemente en dirección opuesta a tu destino tampoco es solución, puedes meterte por la única salida en 30 kilómetros que tiene un puentecillo encima de la autopista y, por tanto, previsiblemente tendrá entrada para ir en la dirección apropiada. Entonces te encuentras dos opciones:

  1. Una carretera que sale del puentecillo y tiene, por ubicación y aspecto, que entroncar con la autopista. Pues es perfectamente posible que la carreterilla vaya paralela y a 10 metros de la autopista durante 300 metros y de repente desemboque en una especie de piscina cuadrada de residuos tóxicos sin haber entroncado nunca con la autopista.
  2. La entrada real a la autopista que no has visto la primera vez que has pasado, previsiblemente por la excavadora que está en medio y porque el cartel no dice “entrada a la autopista” sino “prohibido el paso por obras”.

En esta situación no queda otra opción que dejar que el coche de las chicas vaya delante guiando y rehacerse criticando su forma de conducir y su decisión de “cogemos por esta carretera y vamos media hora todo recto”. Y aplaudir a la intuición femenina cuando resulta que precisamente por esa carretera hay otra autopista a la que se puede entrar sin problemas.

Si no me dices como llegar no te bajas del coche.
Si no me dices como llegar no te bajas del coche.

De las autopistas flamencas (es decir, holandesas y nor-belgas) sóloqueda decir que puedes hacer el trayecto Den Haag–Antwerpen vía Rotterdam por caminos totalmente distintos, sobre todo por el hecho de tener que pagar un peaje a la vuelta que a la ida no existía.

En cualquier caso las autopistas no representan demasiado obstáculo para gente despierta e inteligente. La verdadera prueba es entrar y salir de las ciudades sin mapa alguno. Sí, se puede preguntar, pero pongamos por caso que quieres llegar al centro de Antwerpen: al igual que un buen español te contestará siempre “ufff, al centro desde aquí. A ver cómo te lo explico. Mira, lo mejor es que sigas recto y en cuanto puedas te metas a la izquierda y preguntes por allí, que es muy fácil”; un buen antwerpeniano contestará siempre “recto, recto”. Incluso si alegas que esa misma indicación te han dado un rato antes pero has tenido que girar a la izquierda por unas obras, la respuesta es la misma.

El momento cumbre se produce cuando un policía te dice que bajes la ventanilla y, amable él que ha visto que llevas matrícula de Holanda, te habla en perfecto y correctísimo Dutch, y tras ver tu cara de perpejidad tipo “¿me estará metiendo una multa del copón?” te traduce al inglés que qué leches haces por la calle peatonal con el coche. Entonces hay que ser ágil y no dejarse amedrentar, no pensar en que llevas cuatro días haciendo pirulas para cambiar de sentido en las calles belgas, metiéndote por carriles de autobús, cruzando los carriles del tranvía, aparcando sin dejar ticket de la hora y haciendo todas esas cosas que podrían costar los puntos de los carnets de conducir de todos los ocupantes del coche. Tienes que salir con algo que no se espere: le plantas un mapa en la cara y le dices “estoy intentando llegar a esta autopista, pero no lo conseguimos. Es aquí a la derecha, ¿no?”.

Para cerrar este primer capítulo, un consejo. Siempre que vayas a viajar en coche por países extranjeros llévate gente que no tenga dificultad para hablar idiomas. Y sobre todo llévate un mexicano capaz de bajar del coche en un semáforo, ir al coche de al lado y preguntar a una aterrada copiloto por la dirección. Te dará las indicaciones precisas, y el bolso si se lo pides.

http://youtu.be/BO7QG7NUz0U

¡Continúa el viaje en el vol.2! –>


Comentarios

6 respuestas a «Bélgica: cuatro días, cuatro ciudades, mil ganas de volver (vol. 1)»

  1. @melonian: nada, con las bolsas de papeo tienes de sobra. Aunque si eres el conductor más te vale amenazar a los pasajeros con un grave accidente de no llegar a pillar Doritos Sweet Paprika. Y sí, nosotros hacemos putadejas con los nombres… pero en las autopistas suelen estar los dos.

  2. Dios…yo que necesito 15 mapas, 3 GPS y 7 bolsas de papeo para cualquier viaje que dure más de una hora.

    Impagable la aportación del colega mexicano y la orientación-postal-nacional.

    PD: por cierto, tú vete al país vasco en coche, y cuando llegues a la casa de «Bilbo» es que estás por Bilbao, no Rivendel. Y esa aún, pero de Pamplona a Iruña hay un rato, y una ñ de más!!!

    PD: mañana me leo las partes 2 y 3 🙂

  3. Nos hemos reído mucho más de lo que se ve en los vídeos y en las fotos. Ha sido un viaje genial, y el pequeño detalle de no usar mapas (salvo la postal) lo ha hecho más aventura que otra cosa, jajajaja.

  4. Sólo vosotros se os ocurre iros asi, un poco mas y os vais sin la mitad del coche llevabais o que?? Eso si, divertido ha tenido que ser pero que muxo…

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